sentado en una silla mirando de frente a una ampolleta y lo que el pincel lleva de luz entre sus pelos, apreensivo ya que maltratado por el sol, pense, si es que el diablo y todo ese mito fuera verdad, me gustaria ser su amigo, tocarle piano en los atardeceres, (asquerosos atardeceres de verano en un cajon) mientras una imagen y otra se forma entre cada tecla del dia y cada tecla de la noche junto con el resoplido del ultimo aliento.
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